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La Niña De La Muñeca

  • Yo misma
  • 24 may 2018
  • 2 Min. de lectura

La niña de la muñeca. El otro día vi dos niñas extranjeras, de unos 11 o 12 años. No eran de aquí. Quiero decir de mi país, porque pertenecen al mundo como tú y yo. Eran niñas pobres, pero pobres de dinero, eran ricas en vida, multimillonarias diría yo. Vestían con ropas tres tallas más grandes de las suyas, seguramente encontradas en algún contenedor. Sus cabellos, rubio la de una, moreno la de la otra, estaban muy enredados, sucios, con muchos trasquilones, cortados por una de ellas en algún juego. Sus caras estaban manchadas de barro, pero dejaban asomar algo que me impactó sobremanera: sus sonrisas. Reían como si no hubiese nada más que hacer en la vida. Una de ellas, la rubia de ojos como el mar, llevaba en la mano una muñeca desnuda, sin pelo. Le faltaba un ojo y una pierna, pero la abrazaba como si fuera su más preciado tesoro. Se pararon entonces frente a mi escaparate y comenzaron a reir y a hablarse la una a la otra seguramente comentando algo de su aspecto en el reflejo del cristal. De repente, como si una imaginaria melodía comenzase a sonar, empezaron a danzar dando vueltas al son de una música que solo ellas oían. Cerraban los ojos como extasiadas por las notas musicales. Sus ropas anchas comenzaron a flotar en el aire al compás de sus carcajadas. Cogían sus muñecas por los brazos, azorándolas a que siguieran ese ritmo que también me envolvía a mi. Bailaban para ellas, pero interiormente sentí que bailaban para mi. En uno de los giros que daban, la de los ojos como el mar cruzo su mirada con la mía. De repente se paró y me dedicó la sonrisa mas sincera y feliz que he podido recibir jamás de un desconocido. Desde ese día ya no puedo dejar de oír esa canción que solo ellas oían y que ya he hecho mía. No puedo olvidar ni quiero, a esas niñas que no necesitaba móviles ni ropa bonita para ser felices en ese instante. Simplemente no necesitaban nada. Solo una muñeca vieja y usada y ropa tres tallas más grandes, ni siquiera zapatos. Solo en ese instante entendí lo fácil que es estar en paz con uno mismo, sólo hay que estar atento y escuchar la canción adecuada y bailarla.


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